CON PAÑALES Y CON CORAZON
Darwin afirmó que los individuos que tenían más
posibilidades de sobrevivir eran los que mejor se adaptaban a los cambios. Y cometimos
el error de interpretar que se adaptaban mejor los más fuertes. Hoy, la
neurociencia está demostrando que los individuos que fueron elegidos por otrosindividuos eran los más compasivos y generosos.
Hay razones sobradas para pensar que el ser
humano es bueno por naturaleza y que nuestro cerebro está diseñado para
promover comportamientos prosociales o altruistas.
En
2009 dos investigadores del Instituto Max Planck de Leipzig, Michael Tomasello y Felix Warneken, realizaron diferentes investigadores
con los que demostraban que los niños con poco más de un año (unos 18 meses) realizan
comportamientos de ayuda y de cooperación con adultos a los que no conocían. Crearon
hasta diez situaciones diferentes. Veinte de los veintidós niños ofrecieron
ayuda al instante (en menos de 5 segundos), a uno de los experimentadores; recoger y
entregar un objeto que se había caído al suelo, abrir puertas, etc. En palabras
del propio Warneken en un reportaje de radio de la BBC, “esos
niños son tan pequeños que aún usan pañales y apenas son capaces de hablar, pero,
aun así, ya presentan comportamientos de ayuda mutua”. Y esta ayuda se mantenía
incluso cuando se ponían obstáculos en el camino o se les interrumpía mientras
jugaban. Cuando estas mismas pruebas se realizaban con chimpancés, los
resultados fueron los mismos.
Otros
experimentos demuestran que los niños, desde muy pequeños, prefieren a aquellas
personas que son generosas con las demás y no a aquellos que son hostiles. En
2003, Paul Boom, de la Universidad de Yale, realizó un estudio con niños muy
pequeños, de menos de un año de edad (6 a 8 meses). Se les mostraba grabaciones
de objetos inanimados que ayudaban y otros que hacían lo contrario. Eran unas
pelotas que tenían que subir una cuesta. Unas ayudaban a otras a subir y otras,
no sólo no ayudaban si no que las hacían rodar hacia abajo. Después, cuando se
les ofrecían a los bebés ambas pelotas (generosas y hostiles) casi todos ellos preferían
las pelotas bondadosas.
Además, se ha observado que los niños prefieren dar a recibir en muchas ocasiones. Lo que significa que se sienten bien, desde muy pequeños, cuando son generosos. En Canadá, un grupo de investigadores demostraron que niños de dos años eran más felices cuando daban golosinas a otros niños que cuando las recibían. También se ha observado que no son más generosos y cooperativos cuando se les premia. En algunos casos incluso tienden a realizar menos conductas de ayuda. Esto mismo sucede cuando se premia a los niños por jugar. Esto significa que los niños se sienten bien ayudando y que nacen con una motivación propia o cierta predisposición a reaccionar de forma altruista sin necesidad de recibir premios. En general, esto abala la idea de que los humanos nos sentimos bien cuando somos generosos y explica porque algunos estudios indican que ayudar a los demás aparece en las primeras posiciones entre los factores que les hace más felices.