sábado, 28 de enero de 2023

CON PAÑALES Y CON CORAZON

CON PAÑALES Y CON CORAZON 

Darwin afirmó que los individuos que tenían más posibilidades de sobrevivir eran los que mejor se adaptaban a los cambios. Y cometimos el error de interpretar que se adaptaban mejor los más fuertes. Hoy, la neurociencia está demostrando que los individuos que fueron elegidos por otrosindividuos eran los más compasivos y generosos.

Hay razones sobradas para pensar que el ser humano es bueno por naturaleza y que nuestro cerebro está diseñado para promover comportamientos prosociales o altruistas.

En 2009 dos investigadores del Instituto Max Planck de Leipzig, Michael Tomasello y Felix Warneken, realizaron diferentes investigadores con los que demostraban que los niños con poco más de un año (unos 18 meses) realizan comportamientos de ayuda y de cooperación con adultos a los que no conocían. Crearon hasta diez situaciones diferentes. Veinte de los veintidós niños ofrecieron ayuda al instante (en menos de 5 segundos), a uno de los experimentadores; recoger y entregar un objeto que se había caído al suelo, abrir puertas, etc. En palabras del propio Warneken en un reportaje de radio de la BBC, “esos niños son tan pequeños que aún usan pañales y apenas son capaces de hablar, pero, aun así, ya presentan comportamientos de ayuda mutua”. Y esta ayuda se mantenía incluso cuando se ponían obstáculos en el camino o se les interrumpía mientras jugaban. Cuando estas mismas pruebas se realizaban con chimpancés, los resultados fueron los mismos.


Otros experimentos demuestran que los niños, desde muy pequeños, prefieren a aquellas personas que son generosas con las demás y no a aquellos que son hostiles. En 2003, Paul Boom, de la Universidad de Yale, realizó un estudio con niños muy pequeños, de menos de un año de edad (6 a 8 meses). Se les mostraba grabaciones de objetos inanimados que ayudaban y otros que hacían lo contrario. Eran unas pelotas que tenían que subir una cuesta. Unas ayudaban a otras a subir y otras, no sólo no ayudaban si no que las hacían rodar hacia abajo. Después, cuando se les ofrecían a los bebés ambas pelotas (generosas y hostiles) casi todos ellos preferían las pelotas bondadosas.

Además, se ha observado que los niños prefieren dar a recibir en muchas ocasiones. Lo que significa que se sienten bien, desde muy pequeños, cuando son generosos. En Canadá, un grupo de investigadores demostraron que niños de dos años eran más felices cuando daban golosinas a otros niños que cuando las recibían. También se ha observado que no son más generosos y cooperativos cuando se les premia. En algunos casos incluso tienden a realizar menos conductas de ayuda. Esto mismo sucede cuando se premia a los niños por jugar. Esto significa que los niños se sienten bien ayudando y que nacen con una motivación propia o cierta predisposición a reaccionar de forma altruista sin necesidad de recibir premios. En general, esto abala la idea de que los humanos nos sentimos bien cuando somos generosos y explica porque algunos estudios indican que ayudar a los demás aparece en las primeras posiciones entre los factores que les hace más felices.

martes, 17 de enero de 2023

EL OCEANO EN UNA GOTA


EL OCEANO EN UNA GOTA

"No eres una gota en un océano. Eres el océano entero en una gota". Rumi.

Dan Ariely afirma que algunos estudios nos pueden ayudar a conocer qué variables se relacionan con la empatía y el comportamiento prosocial o altruista. Se ha observado que tendemos a ayudar a “personas identificables”. A su vez, esto se asocia con tres factores psicológicos: el grado de cercanía con la víctima, la vividez con la que podemos imaginarnos su situación, y el efecto «drop in the bucket”, o una gota en un cubo o un océano), y que se refiere al hecho de que somos más proclives a prestar nuestra ayuda cuando dicha ayuda habrá sido necesaria y tendrá efectos claros y rápidos. Cuando algo que parece poco tiene gran valor.


De las tres variables, ha tomado especial relevancia la segunda, que es la capacidad con que podemos imaginar o visualizar la situación por la que pasa otra persona. El motivo es que cuando hemos pasado por la situación por la que está pasando otra persona, nuestra mente puede “imaginar”, “visualizar”, “ver” mejor a la otra persona y sus circunstancias. En ese caso, se influyen las tres variables y se activa el efecto de la “persona identificable”. La persona nos resulta cercana, podemos imaginar lo que siente y la importancia que tiene nuestra ayuda porque entendemos sus efectos.

Unos investigadores del Boston College realizaron diversas investigaciones que les permitió concluir que estamos más dispuestos a ayudar a los demás cuando somos capaces de imaginarnos vívidamente a nosotros mismos ayudando. Estos resultados coinciden con lo que plantea Dan Ariely. Además, algunos estudios indican que el procesamiento autorreferencial puede favorecer comportamientos prosociales. El procesamiento autorreferencial es la tendencia a recordar mejor la información que es relevante para nuestro autoconcepto, es decir, para la propia imagen, como cuando nos damos cuenta de que pasa por la carretera un ciclista si también somos ciclistas y lo recordamos mejor más adelante, pero no vemos ni recordaremos a la persona que iba en patinete. Del mismo modo, el procesamiento autorreferencial se relaciona con nuestras creencias, preferencias, gustos, expectativas, experiencias pasadas. Cuando nuestra propia imagen se asocia con la generosidad, seremos más sensibles a las conductas proactivas propias y ajenas. En general, tendemos a actuar de manera coherente con nuestro autoconcepto moral. Si damos valor a las conductas ayudaremos más a otras personas. Veremos que el autoconcepto y el procesamiento autorreferencial tiene relación con la vocación.

Nuestras creencias están muy relacionadas con nuestra experiencia. Y pocas experiencias nos hacen tan comprensivos con las necesidades ajenas como tener necesidades propias. Necesitar ayuda nos enseña a valorar el comportamiento altruista y, por lo tanto, haber pasado por la misma situación que otra persona es una experiencia que puede derribar el muro que nos separa de otras realidades. Este es un claro ejemplo de cómo cuando nosotros cambiamos, cambia todo.

Hoy algunos quieren abusan de la bata para afirmar que son sanitarios. Es algo que utilizamos y nos identifica, pero en mi autoconcepto y procesamiento autorreferencial intento identificarme con el profesional que intenta estar actualizado, mejorar sus conocimientos, y sobre todo, con aquel que es generoso con sus pacientes y sus compañeros.

La película “The Doctor” es un ejemplo muy conocido que muestra la manera en que estas tres variables se retroalimentan con naturalidad. Se relata el camino que transita un médico que se convierte en paciente. Se trata de un cirujano brillante pero distante con sus pacientes, al que le diagnostican cáncer y pasa a vivir en primera persona todo tipo de situaciones que antes eran desconocidas para él. Como consecuencia, mejora notablemente la atención que ofrece. A partir de esta experiencia lograr “ver” cosas que antes no entendía. Los pacientes pasan a ser personas identificables, muy parecidas a él mismo. A partir de ese momento entiende que su ayuda es esencial y valora más los efectos que se derivan de su trabajo. El Dr. Mackie (que es como se llama el protagonista) sabe que algo que parece poco puede significar mucho para la otra persona (drop in the bucket).

Todo esto no es extraño, si tenemos en cuenta cómo funciona nuestra memoria. Aunque asociamos la memoria a nuestra capacidad para almacenar eventos pasados, gran cantidad de estudios vienen a avalar la idea de que está especialmente diseñada para simular posibles escenarios futuros.

El ser humano tiene algunas habilidades generales que están en la base del comportamiento moral y de la ayuda: nuestra capacidad para anticipar consecuencias, para enjuiciar a otros y posibilidad de elegir entre alternativas. Todas estas habilidades guardan relación con nuestra capacidad para representarnos escenas futuras. Eso podemos hacerlo a partir de lo que ya conocemos, de recuerdos o imágenes pasadas y nuestra experiencia. Y es importante resaltar que estas capacidades de sustentan en otras que compartimos con otros primates y que, por tanto, tienen un origen filogenético; el apego, la cooperación, en abandono y la detección del abandono, la empatía. Estos sentimientos son esenciales para adquirir la moral propia del ser humano que está diseñado para ser altruista por naturaleza. 


domingo, 15 de enero de 2023

EL COTILLEO Y LA VENGANZA

 

El cotilleo y la venganza.

El cotilleo y la venganza están en nuestra naturaleza.

Hace millones de años, el hombre domesticó al hombre. El motivo es que la vida en grupo facilitó mucho la supervivencia de muchos mamíferos. Favoreció la provisión de comida, facilitado una mejor defensa frente a los depredadores y el crecimiento y supervivencia de la descendencia. En este proceso de socialización, se produjo una selección social y natural y el hombre fue domesticado, del mismo modo que se domesticó al lobo. 

Aquellos lobos que tenían menos miedo a los humanos se acercaron a ellos y recibieron comida y cobijo. A cambio, avisaban a los humanos de posibles amenazas e incluso lucharon junto a ellos. Mejoraron sus habilidades para detectar señales en los rostros humanos, pero se hicieron más dependientes. La reciprocidad les aportó ventajas y se premió la docilidad sobre la agresividad. Como consecuencia, disminuyeron sus niveles de testosterona y también el tamaño de sus cuerpos. Lo mismo le pasó a ser humano. 


El motivo por el que se produjo esta selección social es que el problema de la vida en grupo es que nadie puede confiar al cien por cien en nadie. No hay nada que pueda hacer ningún miembro que aporte a los demás la seguridad absoluta de que no los engañará (dilema delsecuestrador). Por eso se eligió a aquellos miembros que eran generosos, que sentían ansiedad cuando iban a engañar a otros, que tenían remordimientos (algo que los sociópatas no tienen) y se castigaban las conductas egoístas y agresivas.  
 

Del mismo modo, se potenció la reciprocidad, positiva y negativa. Tu me das, yo te doy, tu me dañas, yo me vengo. 

La reputación de las personas era importante porque hacía que algunos miembros fueran elegidos y otros no. Y, como no era posible ver de primera mano lo que otros hacían para saber quién era confiable, fueron muy útiles el cotilleo y el fisgoneo (mirar por un agujero). El cotilleo requería de un nombre y posiblemente, pudo ser incluso el inicio del lenguaje. Hoy, el cotilleo y la venganza además son un negocio que puede mover tanto dinero y seguidores como los deportes más populares.


domingo, 8 de enero de 2023

El DILEMA DEL SECUESTRADOR. EL COMPROMISO. QUIÉN ES CONFIABLE


 

EL DILEMA DEL SECUESTRADOR. EL COMPROMISO. ¿QUIEN ES CONFIABLE?

Veamos el que se conoce como “el dilema del secuestrador”. Supongamos que un secuestrador se arrepiente de haber retenido contra su voluntad a otra persona y quiere soltarla. Sin embargo, el secuestrador sabe que existe la posibilidad de que esta persona, una vez que es libre, vaya a denunciar lo que ha ocurrido. Por muy arrepentido que se muestra el secuestrador y muy agradecido que esté el secuestrado, la víctima será libre de hacer lo que quiera y el secuestrador no podrá hacer nada para evitarlo. Aunque la víctima asegure que bajo ningún concepto va a ir a ver a la policía, el secuestrador no podrá tener la certeza absoluta de que cumplirá su promesa porque la víctima está fuera de su control. Por lo tanto, la víctima tendrá serias dificultades para convencer al secuestrador. Desdecirse de las promesas no tendría ningún coste para la víctima. El dilema o el problema lo tiene la víctima: ¿cómo puede convencer al secuestrador de su compromiso para cumplir su parte del trato?

No puede. El dilema no tiene solución. No podemos tener la certeza absoluta de que otra persona no nos pueda traicionar o nos pueda engañar. Rober H. Frank en su libro “Pasiones dentro de la razón”, afirma que la solución a la vida en grupo es el compromiso.

El compromiso y las emociones.

Y, el compromiso, al mismo tiempo se sostiene gracias a las emociones, porque logran traer al presente los costes lejanos de no cumplir son los compromisos. Así, cuando se anticipa que otra persona nos puede traicionar aparece la desconfianza y la suspicacia; cuando las sospechas se cumplen surge la ira; si somos nosotros los que estamos tentados a engañar experimentamos ansiedad; y si seguimos adelante y hacemos algo que enoja a otras personas sentiremos culpa y remordimientos. Lo que nosotros sentimos puede movernos a favorecer o extinguir conductas en otras personas, como sucede con los padres en su relación con sus hijos.

Ante el conflicto que supone obtener un beneficio a corto plazo (y no respetar un compromiso) y el beneficio a largo plazo, las emociones inclinan la balanza en favor de respetar el compromiso, y por lo tanto, facilita la cooperación y la vida en grupo. Sin embargo, algunas personas carecen de esos sentimientos (sociópatas) y por lo tanto no se sienten mal al no respetar sus compromisos. El problema es, ¿cómo sabemos si una persona es confiable?

La vida en grupo. 

La vida en grupo facilita la supervivencia de todos los mamíferos, y fue determinante para el ser humano. Desde hace miles de años ha favorecido la provisión de comida, facilitado una mejor defensa frente a los depredadores y el crecimiento y supervivencia de la descendencia. Cuando un grupo trabaja unido es más fuerte. Esa sensación de fortaleza aporta seguridad a sus miembros que se sienten bien formando parte de un grupo. Sus alianzas e interacciones generan emociones positivas en los miembros del grupo. 

Esto es lo que explica que a lo largo de miles de años de evolución se produjo una selección social y también natural. Por un lado, el grupo seleccionó algunas cualidades que hacen más atractivos a algunos miembros para el grupo y, por otro, se seleccionan algunas cualidades que hacían a esos miembros también más habilidosos para las relaciones sociales. El grupo va a aceptar o elegir primero a algunas personas con mayor capacidad de compromiso o fiabilidad (selección social); y, al mismo tiempo, tendrán mucho valor las habilidades que tengan algunas personas que les ayuden a realizar buenas elecciones (teoría de la mente y las neuronas espejo, entre otras; como parte de la selección natural).

Selección social.

Los miembros del grupo desean ser elegidos y se escogían a aquellas personas que daban muestran de preocuparse por los demás, que se comprometían y daban muestras de ser fiables. Por el contrario, se castigaron los comportamientos agresivos y egoístas y se reforzaban las conductas altruistas. Para reconocer estos comportamientos eran muy útiles, además, todo un conjunto de mecanismos cerebrales que se relacionen con la teoría de la mente.

Se puede decir que el ser humano domesticó al ser humano. Del mismo modo que se domesticó a los lobos que se tenían menos miedo a los humanos. Estos animales se acercaron a los humanos y recibieron comida y cobijo. A cambio, avisaban a los humanos de posibles amenazas e incluso lucharon junto a ellos. Mejoraron sus habilidades para detectar señales en los rostros humanos, pero se hicieron más dependientes. La reciprocidad les aportó ventajas y se premió la docilidad sobre la agresividad. Como consecuencia, disminuyeron sus niveles de testosterona y también el tamaño de sus cuerpos. De manera similar se domesticó al ser humano.

Las personas confiables. 

Nos parecen confiables aquellas personas que son sensibles a los sentimientos de los demás, que son generosas aun cuando no obtienen beneficios a ayudar a otros. En general, son confiables aquellos que tienen interés por lo que sienten otras personas e intentan hacer cosas para que se sientan bien. Los sociópatas no se preocupan por nada, y mucho menos por otras personas. 

Por otro lado, la reciprocidad fue un mecanismo que también ayudó a solucionar parte del dilema de la confianza. Cuando la reciprocidad entre personas ocurría durante largo tiempo se creaba un vínculo de amistad, cariño, amor. Son sentimientos todos favorecen la confianza y el compromiso.  

Si nos preguntamos si podemos confiar en otras personas, la respuesta es que nunca tendremos la certeza absoluta. Sin embargo, podemos confiar en que los demás tienen sentimientos como nosotros y que lo más probable es que sientan lo mismo que nosotros y, por lo tanto, se sientan bien cuando ayudan, sientan ansiedad cuando piensan en romper un compromiso y culpa o remordimientos cuando lo hacen.

domingo, 25 de diciembre de 2022

LA EMPATÍA Y LA CAPACIDAD DE IMAGINAR LO QUE ESTÁN VIVIENDO OTROS

LA EMPATIA Y LA CAPACIDAD DE IMAGINAR LO QUE ESTAN 

VIVIENDO OTRAS PERSONAS




The Doctor (1991)

Esta escena pertenece a una conocida película, “The Doctor” (1991) en la que se narra la historia de un cirujano, el Dr. Jack McKee, brillante en el quirófano, pero distante y frío con sus pacientes. Un buen día le diagnostican un tumor de la laringe y, a pesar de tratarse en el hospital en el que trabaja, no podrá librarse de los trámites burocráticos, todo tipo de pruebas, errores médicos, retrasos en los tratamientos y, por supuesto, de los miedos asociados a convivir con una enfermedad que se asocia con la muerte. En definitiva, se muestra el proceso por el que el médico pasa a convertirse en paciente. Como consecuencia, cambia por completo su manera de entender su trabajo. Pasa de ver sólo la enfermedad de sus pacientes para interesarse además por la forma en que la enfermedad les afecta emocionalmente.

Se ha escrito mucho sobre el altruismo y la generosidad. No se sabe qué variables son las que elevan la probabilidad de que seamos más empáticos y, como consecuencia, dediquemos tiempo y recursos a ayudar a otras personas. Dan Ariely afirma que hay tres factores que intervienen en estos casos: el grado de cercanía con la víctima, la vividez con la que podemos imaginarnos su situación y el efecto «drop-in-the-bucket», y que se refiere al hecho de que somos mucho más proclives a prestar nuestra ayuda cuando dicha ayuda tendrá efectos rápidos, claros y en los que habrá sido necesaria. Estas tres variables se asocian con lo que llamó “el efecto de la víctima identificable”. De las tres variables, me parece especialmente interesante la segunda, que es la capacidad con que podemos imaginar o visualizar la situación por la que pasa otra persona. Es verdad que es importante que la persona a la que ayudemos esté cerna (no a miles de kilómetros como sucede con algunas ONG) y que además lo que hagamos tenga resultados observables a corto plazo. Pero, sin duda, tener una imagen clara y propia de lo que está viviendo otro, es un factor determinante.

Sin duda, no hay mejor manera de tener acceso a visualizar la situación por la que puede estar pasando otra persona que haber pasado por la misma experiencia. Si no en primera persona, alguien cercano a nosotros.

Unos investigadores del Boston College realizaron diversas investigaciones que les permite concluir que estamos más dispuestos a ayudar a los demás cuando somos capaces de imaginarnos vívidamente a nosotros mismos ayudando. Estos resultados coinciden con la idea de Dan Ariely.

jueves, 15 de diciembre de 2022

LAS EMOCIONES Y LA VIDA EN GRUPO



 LAS EMOCIONES Y LA VIDA EN GRUPO


Tenemos la idea de que las emociones están diseñadas, esencialmente, para que se pongan en marcha en nuestro cuerpo algunos cambios que nos permitan adaptarnos al entorno. Así cuando sentimos miedo, se eleva la tasa cardíaca, la tensión muscular, etc. con el objetivo de que nuestro cuerpo esté preparado para escapar, atacar, etc. 

Sin embargo, las emociones son mucho más. Representan elementos esenciales para la convivencia. No sería posible vivir en grupo sin ellas. 

La vida es mucho más fácil en grupo que sin él. Además, la vida en grupo ha favorecido enormemente el desarrollo del ser humano a muchos niveles. Esto hace que el ser humano deba atender a los intereses del grupo. Sin embargo, también es cierto que compite con el resto del grupo por recursos que son limitados y, por lo tanto, cada miembro debe intentar conseguir esos recursos manteniendo el equilibrio entre sus intereses y los de otras personas. Puede renunciar a esos recursos, o bien, hacerse con esos ellos sin crear problemas a otras personas o sin que se note que le mueven intereses personales.

El sentimiento de culpa, vergüenza, el miedo o el amor sirven para poner límites a nuestro comportamiento dentro del grupo. Los remordimientos o cómo nos sentimos al ser criticados son dos ejemplos de estos límites.

Veamos un video en el que un psicólogo intenta modificar el comportamiento de una niña con claros rasgo sociopáticos. Es lo que se conoce como psicópata. Como no siente culpa y le importa muy poco lo que pienses otras personas de ella, hace daño de diferentes maneras a su hermano y siempre que tiene oportunidad también a sus padres. Es realmente habilidosa manipulando a otras personas. El psicólogo intenta utilizar un sistema de recompensas para reforzar algunos comportamientos como pedir perdón. Pero la inteligencia de la niña por un lado, y la ausencia de sentimiento de culpa por otro, les permite lograr lo que quiere con gran facilidad. Por supuesto, ella no siente remordimientos.

https://www.youtube.com/watch?v=xpVAFjTvQJg&t=1s

VIDEO PSICOLOGO NIÑA SOCIOPATA



Al observar el comportamiento de la niña sentimos miedo. El psicólogo una mezcla de miedo y frustración. El motivo es que nosotros estamos condicionados por reacciones emocionales que van más allá de lo aprendido y que nos impiden actuar de esta manera. 

Necesitamos confiar en otras personas, pero al mismo tiempo tenemos que nos puedan engañar, manipular o hacer daño. Por ese motivo observamos cómo actúan otras personas, cómo reaccionan, conocemos su reputación y creamos la nuestra propia. En otra entrada, hablaremos sobre el cotilleo, el fisgoneo o la necesidad de saber más de otras personas y su relación con la necesidad de comunicarnos y de ponernos nombre. Sin duda, nuestras relaciones sociales son muy complejas y, por ese motivo, nuestro cerebro es tan diferente al de otros mamíferos. O al revés, nuestro cerebro es diferente y por eso podemos tener una vida social tan complicada.


viernes, 9 de diciembre de 2022

NEGAR LA REALIDAD Y LA TEORIA DE LA MENTE. EL SESGO OPTIMISTA

 


Negar la realidad y la Teoría de la mente. El sesgo optimista.

Tenemos la idea equivocada de que la evolución hizo que nuestra mente alcanzara la perfección. Sin embargo, no es así. Hemos visto que tiene limitaciones y comete errores. El problema es que maximizar nuestras capacidades requeriría mucha energía, y eso es algo que no tiene nuestro cerebro. Lo que podemos hacer es centrar la atención en estímulos concretos mientras ignoramos el resto. 

Esta atención selectiva es una necesidad. Sin embargo, veremos que también puede ser una virtud. En esta entrada y otras posteriores, podremos observar que este proceso mental nos permite distanciarnos mental y emocionalmente de algunas situaciones. Nuestra mente se abre al mundo cuando lo que observa encaja con sus expectativas o le gusta lo que ve; sin embargo, se cierra cuando los datos que recibe no encajan o simplemente no le gustan. Nuestra mente está diseñada para no ver algunas cosas, mientras elige prestar atención a otras. De este modo logramos negar parte de la realidad y comprobaremos que eso tiene ciertas ventajas. 

Creemos también erróneamente que lo más adaptativo es percibir la realidad de la forma más fidedigna posible. Sin embargo, cierta distorsión puede favorecer nuestra adaptación. 

Debo reconocer que esta «habilidad» me resulta fascinante. Es esencial para entender la naturaleza humana. Espero poder explicar con claridad qué es esto de «negar la realidad» y las ventajas evolutivas que supone.  

Aunque la teoría de la mente puede ser percibida como una ventaja para el ser humano, también puede tener un efecto negativo, cuando se toma consciencia de la propia mortalidad y de los riesgos que se puede correr en el día a día. Del mismo modo que podemos anticipar que los demás tienen emociones y pensamientos como nosotros, podríamos ser conscientes de que también moriremos como mueren los demás. Sin duda, sentir esta realidad puede generar elevados niveles de ansiedad y, como consecuencia, reducir considerablemente el número de proyectos vitales que se ponen en marcha, especialmente si se observa el más mínimo riesgo. Desde un punto de vista evolutivo y adaptativo, esa parálisis puede perjudicar a la persona y a los que le rodean (descendientes, etc.). 

Cuando afirmamos que es ser humano tiene consciencia de sí mismo, lo que estamos diciendo es que no sólo podemos saber lo que puede sentir otra persona en una situación concreta, si no que nos damos cuenta de que lo sabemos porque nosotros podemos sentir eso mismo o hemos sentido eso mismo. Por lo tanto, la consciencia humana nos acerca a los demás en muchos sentidos, pero también a sus sufrimientos o, como decía, al conocimiento de que la vida es finita y estamos rodeados de numerosos peligros que ponen riesgo a nuestra existencia.

Para que la teoría de la mente y nuestra consciencia no sea un problema, debe venir acompañada por un mecanismo que nos distancie emocionalmente de algunas cosas malas que sabemos que existen y nos podrían bloquear. Así, teoría de la mente se complementa con la capacidad de negar la realidad. Sencillamente, algunas cosas que sabemos que existen las percibimos como si no nos afectaran o fuera poco probable que lo hicieran. De alguna forma, podemos distanciarnos mental y emocionalmente de ellas.

Varki y Brower publicaron un libro titulado Negación: autoengaño, creencias falsas y los orígenes de la mente humana. Ambos autores plantearon que la capacidad de negar la realidad es lo que permitió saltar la barrera evolutiva psicológica que suponía ser conscientes de nuestra muerte y, por lo tanto, el motivo por el que solo los seres humanos han sido capaces de desarrollar esa habilidad tan poderosa que es la teoría de la mente. Probablemente, los primeros individuos que entendieran la mortalidad no serían capaces de racionalizar ese miedo. Además, no habría otros individuos con los que consolarse hablando sobre la muerte. Estamos hablando de los primeros seres en darse cuenta de su propia mortalidad. Estos individuos vivirían con mucha ansiedad e incluso, tal vez, depresión e ideas suicidas. 

Tali Sharot nos pone un ejemplo muy simple, pero muy claro, sobre la forma en que dos situaciones diferentes pueden influir nuestro estado de ánimo. Sin duda, cuando más optimista sea el futuro más proactivos y felices seres. Nuestra mente, entre dos escenas posibles, intenta ponernos delante la más optimista. La ilusión optimista nos aporta la sensación de que nuestro futuro será siempre mejor que nuestro pasado, e intenta que no pensemos en posibles escenarios negativos.

La capacidad de negar la realidad no sólo afecta a la muerte, si no que nos permite plantearnos escenarios favorables para favorecer el inicio de proyectos de los que nos vamos a beneficiar todos. No sólo no vemos algunas cosas, si no que podemos elegir el enfoque más positivo. Este es el motivo por el que existe relación entre la felicidad de las personas y el sesgo optimista. Cuando más relistas somos, menos felices.





https://www.youtube.com/watch?v=Dc7O_fE7xBk



sábado, 26 de noviembre de 2022

SALTAR EL MURO. EL CRECIMIENTO PERSONAL

SALTAR EL MURO. EL CRECIMIENTO PERSONAL.

“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Marcel Proust



Algunas de las personas que hablan en este video son las mismas que lo hacían en el video de la entrada que titulo "El muro que separa dos realidades". Sin embargo, su actitud es más calmada y confiada. "La persona" que son ahora encuentran sentido o le dan un significado a lo que han vivido. Y ese significado lo cambia todo. 

En muchos casos, cuando una persona ha convivido con un hecho traumático logra hacer cambios en la forma en que percibe el mundo, a sí mismo y a los demás. Es frecuente que se observen a sí mismos como más fuertes de lo que pensaban, también más sabios; mejoran sus relaciones sociales y sus expectativas de cara al futuro. 

En general, quienes no han vivido una crisis anticipan que ante determinados sucesos se hundirían. Cuando les toca vivir un suceso inesperado negativo sienten una intensa reacción emocional negativa. Pero el tiempo pasa y no sólo no viven eternamente tristes y sufriendo, sino que, por momentos se sienten bien. Esta percepción es aprovechada para comenzar a crear una representación positiva de si mismos y de su futuro. Observan que viven menos momentos malos de los que pensaban y en ocasiones se sienten bien. Su mente prestará atención a este hecho e, incluso será capaz de ir atrás en el tiempo para re-interpretar situaciones anteriores en las que lo pasó mal.

Es normal que no se viva todo el tiempo con angustia y tristeza. Sin embargo, no solemos ser conscientes de que eso es así, y si puede, nuestra mente lo utilizará esta realidad en su propio beneficie. Nuestras emociones cambian a medida que suceden cosas a nuestro alrededor. La alegría, tristeza, ira van cambiando a lo largo de una misma jornada. Así, es posible reírse por algo gracioso que ha ocurrido, y unos minutos más tarde, estar sorprendido, o desaminado por otro suceso que hemos vivido. Esto hace que las personas observen que los días van pasando y no están tan mal como pensaban. Los acontecimientos cotidianos influyen en nuestro estado emocional y el tiempo avanza con menos momentos malos de lo que se anticipaba. Esto puede ser interpretado como una señal de fortaleza. Nuestra mente quiere verlo de este modo. En la medida en que las personas se ven más fuertes de lo que creían, sienten cierta esperanza de cara al futuro. Ahora saben que las cosas malas existen, pero también creen que podrán adaptarse y superar los malos momentos que puedan venir. El nivel de angustia se reduce.

Se asume que los acontecimientos negativos existen y que es probable que se vuelvan a vivir, pero la percepción de resistencia, resiliencia y en auto control, nos permiten vivir sin miedo a que lleguen. A partir de ese momento se vive la incertidumbre con menos sufrimiento y sin la necesidad de escapar.

Por otro lado, la persona comienza a pensar que el suceso traumático le aportó la posibilidad de conocerse, de madurar, de fortalecerse. Y empieza a surgir la idea de que se es más “sabio” porque ahora ya no pierde el tiempo con preocupaciones sin importancia. Ahora cree “saber” cosas que los demás no saben. Aprecia más la vida, se establecen nuevas metas y prioridades vitales. Al mismo tiempo, se obtienen gratificaciones focalizándose en fines realizables a corto plazo y abandonando metas conflictivas.

Muchas personas tienden a aumentar el número de interacciones sociales; hay una reevaluación de la vida familiar y de las amistades; aumentando la compasión y el altruismo, así como el compartir emocional; el crecimiento posterior al hecho implicaría de forma moderadamente fuerte una mejora en la empatía y el trato con los demás; una percepción acentuada que se puede contar con otros y una mejora en el sentimiento de pertenencia.

Una explicación a este fortalecimiento del valor de las relaciones sociales es que, en los momentos duros, encontraron alivio en otras personas que lograron hacerles sentir bien. Una simple sonrisa, una palabra amable, un gesto de generosidad removieron sus emociones y provocaron sentimientos positivos en un momento de incertidumbre. En esos instantes, es posible canalizar las emociones descompensadas hacia sentimientos positivos de gratitud, generosidad, esperanza, etc. Esa experiencia les hace reflexionar sobre lo sencillo y agradable que es sentirse bien gracias a las interacciones con otras personas. Se valora de manera positiva la naturaleza humana y las emociones que de forma natural nos aporta estar con los demás y ser generoso. Vivir agradecido, nos hace ser más empáticos y compasivos.

Sin embargo, es muy importante saber que estas personas son conscientes de que parte de su crecimiento personal se nutre necesariamente del sufrimiento vivido y, por lo tanto, es clave en el proceso de cambio que experimentará la persona.

La reflexión que trasciende de la afirmación de Marcel Proust no siempre me ha resultado reveladora. Ahora me parece una genialidad que describe lo que he sentido en los últimos tiempos. Y describe con sencillez algunos de los cambios que llevan al crecimiento personal. Como decía, ese crecimiento emerge del sufrimiento y del recuerdo de ese sufrimiento. En palabras del propio Proust, "somos sanados del sufrimiento solamente cuando lo experimentamos a fondo". 

Algunos pacientes afirman que “el cáncer es lo mejor que me ha pasado”. No es lo más frecuente, pero este hecho aporta información sobre la profundidad del cambio en la percepción de sí mismo y del mundo. Surgen algunas revelaciones que permiten mantener una imagen optimista de uno mismo y el futuro. “He perdido mucho tiempo preocupándome por cosas poco importantes”, “he tenido siempre miedo y eso me bloqueaba”, “soy fuerte”, “puedo afrontar los problemas que puedan llegar”, “miro a mi alrededor y veo gente que vive de forma superficial”, “sé cosas que otros no saben”, “puedo ser feliz con cosas sencillas y muy accesible”, “una sonrisa amable tiene un gran valor terapéutico”, etc. Todas estas creencias permiten mantener el sesgo optimista o la ilusión de invulnerabilidad. No de la misma manera que antes, pero hacen el mismo efecto. Algunas personas siguen pensando que las cosas malas están ahí, pero tienen menos probabilidades de que les toquen, por ejemplo, porque tienen más revisiones médicas o porque les amputaron una parte del cuerpo (mama, próstata, etc.). Otras, sencillamente creen que a partir de ahora no tienen por qué preocuparse porque han hecho cambios en su vida que les aleja de algunas enfermedades (dieta especial, deporte, cambio de lugar de residencia, etc.). Pero, la gran mayoría simplemente creen que no es necesario preocuparse porque podrán afrontar los problemas que puedan llegar. Mientras tanto, sabrán sacar más partido a la vida que otras personas que son ciegas y, por lo tanto, la enfermedad les dio una lucidez que no tenían. Intentan ser más conscientes de las cosas sencillas que les gusta y antes no apreciaban.

Los profesionales sanitarios deben ser conocedores de estos cambios para favorecer algunos de ellos. Durante las muchas de las interacciones que tendrán con los pacientes, podrán hacerles sentir acompañados, acogidos, entendidos. Es importante reconocer la fortaleza de los pacientes, su sabiduría, etc. Nunca debemos negar la situación difícil por la que pasan. Debemos validar sus emociones, dudas, miedos para reforzar, siempre que sea posible, todas aquellas creencias que les permitan ser optimistas.


EL MURO QUE SEPARA DOS REALIDADES

 EL MURO QUE SEPARA DOS REALIDADES






El «muro que separa dos realidades» es el nombre que di a un vídeo elaborado por Dulcineaestudios en España en colaboración con la Asociación Española de Adolescentes y Adultos con cáncer. Fue subido a YouTube en enero de 2015 y en menos de una semana tenía más de 65000 visualizaciones. En este vídeo se muestra un plano fijo con dos personas sentadas y separadas por una pared (el «muro»). A un lado hay una persona que padece cáncer o es familiar de un paciente con esta enfermedad, y al otro lado del muro hay otra persona que no está enferma. A ambas se le hicieron las mismas dos preguntas: «Si pudieras pedir un deseo, cuál sería?» y «¿Qué es lo que te hace más feliz?». Las dos personas a ambos lados del muro no se conocen. Tampoco pueden verse entre ellos, y los que no tienen cáncer no saben que al otro lado hay una persona que tiene esta enfermedad o vive con alguien que la tiene. Además, las personas que no tenían cáncer eran voluntarios reclutados mediante un anuncio en Facebook en el que se pedía «gente de la calle para un vídeo viral para hacerle preguntas sobre la vida». Se les pidió que fueran realistas respecto a sus deseos, es decir, que no pidieran la paz mundial o cosas similares. El objetivo del vídeo era promover la reflexión a partir del contraste que se observaba entre las respuestas de las personas que estaban a ambos lados de la pared.
 
Primero comenzaban a responder las preguntas las personas sin cáncer sobre sus deseos y lo que las hace felices. Como se 122 les pidió, sus respuestas no fueron exageradamente irreales. Planteaban deseos como trabajar en Nueva York o hacer algún viaje exótico. Después comenzaban a hablar las personas enfermas. Sus preocupaciones y deseos eran muy diferentes. Al comenzar el vídeo se observa que algunas personas con cáncer hacían gestos mostrando su desaprobación con los deseos de las personas sanas. Se intuye que les parecían muy superficiales. Sin embargo, cuando hablaban las personas con cáncer y afirmaban conformarse con cosas más sencillas, como poder pasear o sentir el sol en su cara. 

En este momento de la grabación da la sensación de que son las personas sanas las que se sienten incómodas. Poco a poco, el vídeo avanza y se observa que las personas sanas se emocionan con las palabras de sus vecinos enfermos que están al otro lado de la pared. A partir de ese momento desaparecen los gestos de sorpresa o incomodidad y las dos personas tienen interés en acercarse y verse. En algunos casos incluso se abrazan. Algunos usuarios de YouTube creen que el vídeo tiene como objetivo hacer reproches a quienes no tienen las mismas preocupaciones que las personas enfermas. Opinan que es una crítica injusta a los deseos superficiales de muchas personas. 

Sin embargo, desde Dulcineaestudios afirman que los voluntarios recuerdan lo sucedido como un momento bonito que les hizo pensar, y ninguno de ellos se negó a aparecer en la edición fi nal del vídeo. El título con el que se subió el vídeo a YouTube es «Las respuestas de estos jóvenes con cáncer os van a cambiar la vida». Pero cuando hablo con mis alumnos sobre este vídeo lo nombro como «el muro que separa dos realidades». 

Cuando ambas personas conectan emocionalmente, la relación entre los dos es más fácil, hasta el punto en que no es necesario decir nada. Esto significa que el muro se puede saltar. Por momentos, podemos sentir lo mismo que los pacientes. Las neuronas espejo y la teoría de la mente son las herramientas que nos permiten hacerlo. 

El muro que separa dos realidades no es una pared real. Es una metáfora de la distancia mental que hay entre personas que viven vidas diferentes. Aunque coincidan físicamente en el mismo lugar, cada uno de ellos puede tener sus propios intereses, expectativas y preocupaciones. Eso crea cierta distancia emocional entre esas personas. 

Esta distancia puede existir entre los profesionales sanitarios y los pacientes. Los profesionales coinciden en su puesto de trabajo (control de enfermería, el control desde el que se manejan las máquinas de imagen, radioterapia, etc.) mientras los pacientes esperan en algunas salas o habitaciones. Pero la mayor distancia entre ellos no es necesariamente física. Los profesionales y los pacientes pueden tener inquietudes parecidas y otras diferentes. Ambos pueden tener preocupaciones relacionadas con cuestiones laborales, económicas, etc., pero los pacientes, además, hace tiempo que conviven con síntomas y problemas de salud que no logran resolver; un diagnóstico de una enfermedad grave, leve o están todavía pendientes de su diagnóstico. El muro existe porque tienen miedos y deseos diferentes. Sin ir más lejos, ellos acuden desorientados y con dudas para recibir un tratamiento o a una consulta, mientras nosotros conocemos cómo funciona todo en nuestro servicio y nos resulta familiar. 

Además, nuestra mente, la de ambos, tiende a ver la realidad desde su propia experiencia. Nuestra mente necesita referencias para entender el entorno y así poder hacer predicciones y tomar decisiones. Por ese motivo, tendemos a interpretar la conducta de los demás teniendo en cuenta nuestra propia experiencia. Esta estrategia es la que implica menor gasto de energía. Podemos hacer el esfuerzo de intentar imaginar una escena desde otra perspectiva. En ese caso, la inversión de recursos es mayor. 

Sin embargo, el muro se puede saltar y podemos ponernos en la piel de otras personas, hasta el punto de sentir algo muy parecido a lo que sienten ellos. Cuando esto ocurre, es más sencillo escucharlas y entenderlas. También será más probable que intentemos ayudarlas si podemos. Cuando esto sucede, el gasto de energía vuelve a ser bajo.

domingo, 6 de febrero de 2022

EL PING PONG DE MIRADAS

EL PING PONG DE MIRADAS

Me gustaría que prestásemos atención a algo que ocurre todos los días en muchas ocasiones en nuestra vida diaria y que pasa desapercibido para todos. Se trata del intercambio de miradas que se produce entre dos personas que hablan. Lo llamo “partida de ping pong de miradas”:

-    - Cuando una persona habla con otra persona mira a su interlocutor y cuando observa que le está atendiendo, desvía la mirada.

-       - Mientras tanto, el que escucha sigue mirando al que habla.

-    - En un momento concreto, la persona que habla, necesita comprobar que su interlocutor le sigue escuchando y vuelve a mirar.

-       - En ese momento, la persona que escucha mantiene el contacto visual un momento, pero pronto desvía la mirada.

-      - Cuando el que escucha vuelve a mirar al que habla para hacerle ver que le sigue atendiendo, el que habla vuelve a desviar la mirada.

Así pues, cuando hablamos se produce un intercambio continuo de miradas y desvíos de mirada. Nadie nos ha enseñado esta manera de actuar, sin embargo, lo hacemos todos.

Sin embargo, si analizamos este intercambio de miradas se puede descubrir algo muy interesante y que sirve para comprender lo fascinante y compleja que es la naturaleza humana. En 2016 se realizó un estudio en el Departamento de psicología cognitiva de la Universidad de Kyoto para entender este intercambio de miradas. Llegaron a la conclusión de que la persona que habla debe desviar la mirada porque eso le permite elaborar un discurso con más facilidad. Es decir, mira para otro sitio para poder pensar con claridad. Si estuviera todo el tiempo mirando a su interlocutor cometería muchos errores en su discurso.Veamos el estudio al detalle y más adelante algo muy curioso que se esconde detrás de este trabajo.

Los investigadores pidieron a los voluntarios que encontraran un verbo para cada uno de los sustantivos que les dieron. Por ejemplo, si les daban la palabra “pelota”, ellos podían decir, “botar”, “lanzar”, etc. Si les daban en sustantivo “coche”, podían decir “conducir”, “aparcar”. Además, debían hacer este ejercicio mientras otra persona les miraba fijamente (con un video grabado). Los videos eran diferentes. Tenían una duración baja, media o larga, es decir, que en esos videos duraban pocos o muchos segundas mientras pensaban en encontrar el verbo correcto para cada sustantivo.

 


https://www.youtube.com/watch?v=ABhe6UTM4Ok

El resultado es que cuando la mirada era de duración corta, cometían menos errores que cuando alguien les miraba más tiempo. Se encontró una relación directa entre el tiempo que dura la mirada y el número de errores. Los voluntarios cometían más errores cuando les miraban fijamente mucho tiempo.

Así pues, la persona que habla desvía la mirada para poder pensar con claridad. Sin embargo, la pregunta interesante que nos podemos hacer es, ¿por qué desvía la mirada la persona que escucha? No necesita desviar la mirada para entender lo que le están diciendo. Entonces, ¿por qué lo hace?

La explicación para el comportamiento de la persona que escucha revela la sofisticación de nuestro instinto social. Desviamos la mirada cuando escuchamos para ayudar a la persona que habla. Sentimos que podemos incomodarla y facilitamos su discurso desviando la mirada. Sabemos y sentimos lo que necesita la persona que habla porque todos hemos estado a ambos lados de la conversación.

Nadie nos ha enseñado esto, pero lo hacemos desde muy pequeños. Todos sabemos que mantener la mirada fija durante mucho tiempo genera incomodidad. Se percibe como algo raro, o incluso, en algunos casos, como un gesto de provocación. La naturaleza humana puede sorprendernos en cosas tan rutinarias como esta. Son un claro ejemplo de nuestra capacidad para sentir lo que otra persona necesita y cómo actuamos en consecuencia.

Es lo mismo que sucede cuando observamos que alguien necesita ayuda y nuestra mente ha decidido ayudar. Podemos anticipar que esa persona sentirá aliviada si le llegan tres mensajes; observa que le escuchamos, siente que le entendemos y percibe señales claras de que nos vamos a mover para ayudarle. No sabemos que hay muchas cosas que sabemos, y las hacemos con total naturalidad. Emitimos claros mensajes, verbales y no verbales, porque somos capaces de entender una situación desde la posición que ocupa otra persona. 

El primatólogo Pablo Herreros, como una agudeza poco frecuente, era capaz de mostrarnos algunos aspectos del comportamiento humano y sus semejanzas con la conducta de algunos primates. El video al que se puede acceder a través del enlace que adjunto es muy interesante desde el principio hasta el final, pero les voy a pedir que en este caso observen las escenas que van desde el minuto 13.18 hasta el 14:16. Se puede observar que estamos diseñados para entender y ayudar. 

  

https://www.youtube.com/watch?v=eEoqNsKFRqc

Me parece muy reveladora la sonrisa del niño cuando ayuda porque indica que se siente bien cuando lo hace. El niño entiende lo que está pasando y además puede cubrir la necesidad de otra persona. Por ese motivo sonríe y busca la mirada de la otra persona que confirme esa conexión. No hay duda de que sabemos y sentimos cosas sin ser conscientes de todo lo que sabemos y sentimos.

Las neuronas espejo y la teoría de la mente desempeñan un papel muy importante en nuestra relación con los demás. No hay duda de que estamos especialmente diseñados para ser eficaces en la relaciones sociales. En otro momento, analizaremos en detalle nuestra mente social.




domingo, 9 de enero de 2022

LA TEORIA DE LA MENTE Y LAS NEURONAS ESPEJO

 

LA TEORIA DE LA MENTE Y LAS NEURONAS ESPEJO

Las neuronas espejo y la teoría de la mente son dos herramientas que nos ayudan a conocer la naturaleza social se nuestro cerebro. Podemos ver cualquier película sin que un narrador nos explique lo que ocurre. Por ejemplo, supongamos que vemos una escena en la que dos personas coinciden en un ascensor. Es sencillo adivinar si se conocen o no observando todas las señales no verbales que se desprenden de la posición de su cuerpo, la mirada, la distancia entre ellos, etc. En otras secuencias ocurriría lo mismo. No necesitaremos, por ejemplo, que nos dijeran que lo que vemos es una reunión de trabajo. Podremos intuir quién es el jefe y quiénes los subordinados. Sabremos incluso si son periodistas, policías, etc. sin la ayuda de la voz en off de un locutor que lo explique. Leemos las escenas con naturalidad. Y no sólo eso, podremos saber si uno de los personajes está enfadado e incluso anticipar sus intenciones. No solemos prestar atención a este hecho porque descifrar las relaciones o interacciones sociales es algo completamente natural para nosotros. Lo hacemos sin ningún esfuerzo y no es un truco de magia. Es lo que mejor hace nuestra mente social. Cuando hemos hecho un comentario que ha sentado mal a un amigo, lo notamos. No hace falta que confirme su malestar. Para nosotros su reacción aporta mucha información a pesar de que él pueda negar sus sentimientos.

Del mismo modo, podemos intuir qué necesita observar en nuestro comportamiento alguien que necesita nuestra ayuda. La teoría de la mente y las neuronas espejo participan en este proceso.

La teoría de la mente es la capacidad que tenemos de inferir pensamientos en otras personas. Tenemos teoría de la mente desde el momento en que somos capaces dar por sentado que los demás tienen una mente como nosotros y, por lo tanto, podemos hacer hipótesis sobre lo que podrían estar pensando. Se observa en los niños a partir de los 3 ó 4 años.

Los primeros estudios sobre la teoría de la mente intentaban conocer el momento en que aparece en los niños. Con ese objetivo, trataban de valorar a qué edad eran capaces de detectar falsas creencias en otras personas, como cuando hemos cambiado las llaves del coche de sitio y sabemos que nuestra pareja las buscará donde suelen estar. Sabemos que creerá, de forma equivocada pero lógica, que estarán donde siempre. Sin embargo, un niño que no tiene teoría de la mente afirmará que buscará las llaves en el nuevo lugar donde las hemos dejado. El niño sin teoría de la mente no anticipará que nuestra pareja pueda tener una idea errónea porque no se sitúa en la mente de otra persona, si no que observa lo sucedido sólo teniendo en cuenta su propio punto de vista.

 


https://www.youtube.com/watch?v=Ma8dXIF23Do

No podemos ruborizarnos si no es gracias a la teoría de la mente, porque somos conscientes de que otros nos están mirando y, por lo tanto, intuimos que tienen pensamientos relacionados con nosotros. Hacemos uso de esta habilidad todo el tiempo y por ese motivo, no necesitamos que nadie nos explique para qué se han dibujado unas flechas en el suelo en las entradas y salidas de algunos edificios. La teoría de la mente es algo esencialmente humano que no se observa otros mamíferos.

El historiador y escritor Noah Harari afirma que lo que ha permitido al ser humano evolucionar por encima de otros animales es nuestra capacidad para coodinarnos con otras personas. Y, además, podemos hacerlo en torno a un mundo artificial creado por nosotros. Los animales no entienden el concepto de la moneda, o la existencia de fronteras o religiones. Pues bien, esa capacidad no sería posible sin la teoría de la mente.

Existen dos tipos de teoría de la mente, una cognitiva por la que podemos anticipar pensamientos en otras personas, y otra emocional, que nos permite saber lo que otras personas pueden estar sintiendo.

Nuestra mente social se complementa con otra habilidad, la que aportan las neuronas espejo. En 1996 Giacomo Rizzolatti y su equipo de la Universidad de Parma estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrieron, por casualidad, unas neuronas que no sólo se activaban cuando los monos hacían ciertos movimientos, sino que se ponían en funcionamiento también cuando veían a otros hacer un movimiento. Se las llamó neuronas espejo o especulares. Cuando cogemos un bolígrafo se activan unas neuronas en nuestra cabeza que permite hacer ese gesto. Cuando vemos a otra persona hacer eso mismo, también se activan, a modo de espejo.

 

https://www.youtube.com/watch?v=oPlYLpL-gUs

Las neuronas espejo son las responsables de que nos emocionemos al ver una película, al leer una novela o ver una obra de teatro. Explican que podamos meternos en la piel del protagonista y sentir lo que él siente sin tener que pasar por la misma situación.

La teoría de la mente y las neuronas espejo están en la base de nuestra capacidad para atender y entender a otras personas y, por supuesto, a nuestros pacientes. Podemos estar a ambos lados de una situación de dependencia como la que se observa en el ámbito sanitario, ayudar o recibir ayuda. Y gracias a las neuronas espejo y la teoría de la mente somos capaces de anticipar lo que necesita la persona que se pone en nuestras manos. Este es el motivo por el que no necesitamos que nadie nos enseñe qué necesita la persona que tenemos delante. En muchos momentos, podemos saber que otra persona pasa por una mala situación, lo que puede estar sintiendo y que sentirá alivio al observar que otros se mueven para ayudarle. Sin que nadie nos lo enseñe, nos permiten hacer te escucho, te entiendo, te ayudo.

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