sábado, 26 de noviembre de 2022

SALTAR EL MURO. EL CRECIMIENTO PERSONAL

SALTAR EL MURO. EL CRECIMIENTO PERSONAL.

“Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Marcel Proust



Algunas de las personas que hablan en este video son las mismas que lo hacían en el video de la entrada que titulo "El muro que separa dos realidades". Sin embargo, su actitud es más calmada y confiada. "La persona" que son ahora encuentran sentido o le dan un significado a lo que han vivido. Y ese significado lo cambia todo. 

En muchos casos, cuando una persona ha convivido con un hecho traumático logra hacer cambios en la forma en que percibe el mundo, a sí mismo y a los demás. Es frecuente que se observen a sí mismos como más fuertes de lo que pensaban, también más sabios; mejoran sus relaciones sociales y sus expectativas de cara al futuro. 

En general, quienes no han vivido una crisis anticipan que ante determinados sucesos se hundirían. Cuando les toca vivir un suceso inesperado negativo sienten una intensa reacción emocional negativa. Pero el tiempo pasa y no sólo no viven eternamente tristes y sufriendo, sino que, por momentos se sienten bien. Esta percepción es aprovechada para comenzar a crear una representación positiva de si mismos y de su futuro. Observan que viven menos momentos malos de los que pensaban y en ocasiones se sienten bien. Su mente prestará atención a este hecho e, incluso será capaz de ir atrás en el tiempo para re-interpretar situaciones anteriores en las que lo pasó mal.

Es normal que no se viva todo el tiempo con angustia y tristeza. Sin embargo, no solemos ser conscientes de que eso es así, y si puede, nuestra mente lo utilizará esta realidad en su propio beneficie. Nuestras emociones cambian a medida que suceden cosas a nuestro alrededor. La alegría, tristeza, ira van cambiando a lo largo de una misma jornada. Así, es posible reírse por algo gracioso que ha ocurrido, y unos minutos más tarde, estar sorprendido, o desaminado por otro suceso que hemos vivido. Esto hace que las personas observen que los días van pasando y no están tan mal como pensaban. Los acontecimientos cotidianos influyen en nuestro estado emocional y el tiempo avanza con menos momentos malos de lo que se anticipaba. Esto puede ser interpretado como una señal de fortaleza. Nuestra mente quiere verlo de este modo. En la medida en que las personas se ven más fuertes de lo que creían, sienten cierta esperanza de cara al futuro. Ahora saben que las cosas malas existen, pero también creen que podrán adaptarse y superar los malos momentos que puedan venir. El nivel de angustia se reduce.

Se asume que los acontecimientos negativos existen y que es probable que se vuelvan a vivir, pero la percepción de resistencia, resiliencia y en auto control, nos permiten vivir sin miedo a que lleguen. A partir de ese momento se vive la incertidumbre con menos sufrimiento y sin la necesidad de escapar.

Por otro lado, la persona comienza a pensar que el suceso traumático le aportó la posibilidad de conocerse, de madurar, de fortalecerse. Y empieza a surgir la idea de que se es más “sabio” porque ahora ya no pierde el tiempo con preocupaciones sin importancia. Ahora cree “saber” cosas que los demás no saben. Aprecia más la vida, se establecen nuevas metas y prioridades vitales. Al mismo tiempo, se obtienen gratificaciones focalizándose en fines realizables a corto plazo y abandonando metas conflictivas.

Muchas personas tienden a aumentar el número de interacciones sociales; hay una reevaluación de la vida familiar y de las amistades; aumentando la compasión y el altruismo, así como el compartir emocional; el crecimiento posterior al hecho implicaría de forma moderadamente fuerte una mejora en la empatía y el trato con los demás; una percepción acentuada que se puede contar con otros y una mejora en el sentimiento de pertenencia.

Una explicación a este fortalecimiento del valor de las relaciones sociales es que, en los momentos duros, encontraron alivio en otras personas que lograron hacerles sentir bien. Una simple sonrisa, una palabra amable, un gesto de generosidad removieron sus emociones y provocaron sentimientos positivos en un momento de incertidumbre. En esos instantes, es posible canalizar las emociones descompensadas hacia sentimientos positivos de gratitud, generosidad, esperanza, etc. Esa experiencia les hace reflexionar sobre lo sencillo y agradable que es sentirse bien gracias a las interacciones con otras personas. Se valora de manera positiva la naturaleza humana y las emociones que de forma natural nos aporta estar con los demás y ser generoso. Vivir agradecido, nos hace ser más empáticos y compasivos.

Sin embargo, es muy importante saber que estas personas son conscientes de que parte de su crecimiento personal se nutre necesariamente del sufrimiento vivido y, por lo tanto, es clave en el proceso de cambio que experimentará la persona.

La reflexión que trasciende de la afirmación de Marcel Proust no siempre me ha resultado reveladora. Ahora me parece una genialidad que describe lo que he sentido en los últimos tiempos. Y describe con sencillez algunos de los cambios que llevan al crecimiento personal. Como decía, ese crecimiento emerge del sufrimiento y del recuerdo de ese sufrimiento. En palabras del propio Proust, "somos sanados del sufrimiento solamente cuando lo experimentamos a fondo". 

Algunos pacientes afirman que “el cáncer es lo mejor que me ha pasado”. No es lo más frecuente, pero este hecho aporta información sobre la profundidad del cambio en la percepción de sí mismo y del mundo. Surgen algunas revelaciones que permiten mantener una imagen optimista de uno mismo y el futuro. “He perdido mucho tiempo preocupándome por cosas poco importantes”, “he tenido siempre miedo y eso me bloqueaba”, “soy fuerte”, “puedo afrontar los problemas que puedan llegar”, “miro a mi alrededor y veo gente que vive de forma superficial”, “sé cosas que otros no saben”, “puedo ser feliz con cosas sencillas y muy accesible”, “una sonrisa amable tiene un gran valor terapéutico”, etc. Todas estas creencias permiten mantener el sesgo optimista o la ilusión de invulnerabilidad. No de la misma manera que antes, pero hacen el mismo efecto. Algunas personas siguen pensando que las cosas malas están ahí, pero tienen menos probabilidades de que les toquen, por ejemplo, porque tienen más revisiones médicas o porque les amputaron una parte del cuerpo (mama, próstata, etc.). Otras, sencillamente creen que a partir de ahora no tienen por qué preocuparse porque han hecho cambios en su vida que les aleja de algunas enfermedades (dieta especial, deporte, cambio de lugar de residencia, etc.). Pero, la gran mayoría simplemente creen que no es necesario preocuparse porque podrán afrontar los problemas que puedan llegar. Mientras tanto, sabrán sacar más partido a la vida que otras personas que son ciegas y, por lo tanto, la enfermedad les dio una lucidez que no tenían. Intentan ser más conscientes de las cosas sencillas que les gusta y antes no apreciaban.

Los profesionales sanitarios deben ser conocedores de estos cambios para favorecer algunos de ellos. Durante las muchas de las interacciones que tendrán con los pacientes, podrán hacerles sentir acompañados, acogidos, entendidos. Es importante reconocer la fortaleza de los pacientes, su sabiduría, etc. Nunca debemos negar la situación difícil por la que pasan. Debemos validar sus emociones, dudas, miedos para reforzar, siempre que sea posible, todas aquellas creencias que les permitan ser optimistas.


EL MURO QUE SEPARA DOS REALIDADES

 EL MURO QUE SEPARA DOS REALIDADES






El «muro que separa dos realidades» es el nombre que di a un vídeo elaborado por Dulcineaestudios en España en colaboración con la Asociación Española de Adolescentes y Adultos con cáncer. Fue subido a YouTube en enero de 2015 y en menos de una semana tenía más de 65000 visualizaciones. En este vídeo se muestra un plano fijo con dos personas sentadas y separadas por una pared (el «muro»). A un lado hay una persona que padece cáncer o es familiar de un paciente con esta enfermedad, y al otro lado del muro hay otra persona que no está enferma. A ambas se le hicieron las mismas dos preguntas: «Si pudieras pedir un deseo, cuál sería?» y «¿Qué es lo que te hace más feliz?». Las dos personas a ambos lados del muro no se conocen. Tampoco pueden verse entre ellos, y los que no tienen cáncer no saben que al otro lado hay una persona que tiene esta enfermedad o vive con alguien que la tiene. Además, las personas que no tenían cáncer eran voluntarios reclutados mediante un anuncio en Facebook en el que se pedía «gente de la calle para un vídeo viral para hacerle preguntas sobre la vida». Se les pidió que fueran realistas respecto a sus deseos, es decir, que no pidieran la paz mundial o cosas similares. El objetivo del vídeo era promover la reflexión a partir del contraste que se observaba entre las respuestas de las personas que estaban a ambos lados de la pared.
 
Primero comenzaban a responder las preguntas las personas sin cáncer sobre sus deseos y lo que las hace felices. Como se 122 les pidió, sus respuestas no fueron exageradamente irreales. Planteaban deseos como trabajar en Nueva York o hacer algún viaje exótico. Después comenzaban a hablar las personas enfermas. Sus preocupaciones y deseos eran muy diferentes. Al comenzar el vídeo se observa que algunas personas con cáncer hacían gestos mostrando su desaprobación con los deseos de las personas sanas. Se intuye que les parecían muy superficiales. Sin embargo, cuando hablaban las personas con cáncer y afirmaban conformarse con cosas más sencillas, como poder pasear o sentir el sol en su cara. 

En este momento de la grabación da la sensación de que son las personas sanas las que se sienten incómodas. Poco a poco, el vídeo avanza y se observa que las personas sanas se emocionan con las palabras de sus vecinos enfermos que están al otro lado de la pared. A partir de ese momento desaparecen los gestos de sorpresa o incomodidad y las dos personas tienen interés en acercarse y verse. En algunos casos incluso se abrazan. Algunos usuarios de YouTube creen que el vídeo tiene como objetivo hacer reproches a quienes no tienen las mismas preocupaciones que las personas enfermas. Opinan que es una crítica injusta a los deseos superficiales de muchas personas. 

Sin embargo, desde Dulcineaestudios afirman que los voluntarios recuerdan lo sucedido como un momento bonito que les hizo pensar, y ninguno de ellos se negó a aparecer en la edición fi nal del vídeo. El título con el que se subió el vídeo a YouTube es «Las respuestas de estos jóvenes con cáncer os van a cambiar la vida». Pero cuando hablo con mis alumnos sobre este vídeo lo nombro como «el muro que separa dos realidades». 

Cuando ambas personas conectan emocionalmente, la relación entre los dos es más fácil, hasta el punto en que no es necesario decir nada. Esto significa que el muro se puede saltar. Por momentos, podemos sentir lo mismo que los pacientes. Las neuronas espejo y la teoría de la mente son las herramientas que nos permiten hacerlo. 

El muro que separa dos realidades no es una pared real. Es una metáfora de la distancia mental que hay entre personas que viven vidas diferentes. Aunque coincidan físicamente en el mismo lugar, cada uno de ellos puede tener sus propios intereses, expectativas y preocupaciones. Eso crea cierta distancia emocional entre esas personas. 

Esta distancia puede existir entre los profesionales sanitarios y los pacientes. Los profesionales coinciden en su puesto de trabajo (control de enfermería, el control desde el que se manejan las máquinas de imagen, radioterapia, etc.) mientras los pacientes esperan en algunas salas o habitaciones. Pero la mayor distancia entre ellos no es necesariamente física. Los profesionales y los pacientes pueden tener inquietudes parecidas y otras diferentes. Ambos pueden tener preocupaciones relacionadas con cuestiones laborales, económicas, etc., pero los pacientes, además, hace tiempo que conviven con síntomas y problemas de salud que no logran resolver; un diagnóstico de una enfermedad grave, leve o están todavía pendientes de su diagnóstico. El muro existe porque tienen miedos y deseos diferentes. Sin ir más lejos, ellos acuden desorientados y con dudas para recibir un tratamiento o a una consulta, mientras nosotros conocemos cómo funciona todo en nuestro servicio y nos resulta familiar. 

Además, nuestra mente, la de ambos, tiende a ver la realidad desde su propia experiencia. Nuestra mente necesita referencias para entender el entorno y así poder hacer predicciones y tomar decisiones. Por ese motivo, tendemos a interpretar la conducta de los demás teniendo en cuenta nuestra propia experiencia. Esta estrategia es la que implica menor gasto de energía. Podemos hacer el esfuerzo de intentar imaginar una escena desde otra perspectiva. En ese caso, la inversión de recursos es mayor. 

Sin embargo, el muro se puede saltar y podemos ponernos en la piel de otras personas, hasta el punto de sentir algo muy parecido a lo que sienten ellos. Cuando esto ocurre, es más sencillo escucharlas y entenderlas. También será más probable que intentemos ayudarlas si podemos. Cuando esto sucede, el gasto de energía vuelve a ser bajo.

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