Negar la realidad y la Teoría de la mente. El sesgo optimista.
Tenemos la idea equivocada de que la evolución hizo que nuestra mente alcanzara la perfección. Sin embargo, no es así. Hemos visto que tiene limitaciones y comete errores. El problema es que maximizar nuestras capacidades requeriría mucha energía, y eso es algo que no tiene nuestro cerebro. Lo que podemos hacer es centrar la atención en estímulos concretos mientras ignoramos el resto.
Esta atención selectiva es una necesidad. Sin embargo, veremos que
también puede ser una virtud. En esta entrada y otras posteriores, podremos
observar que este proceso mental nos permite distanciarnos mental y emocionalmente
de algunas situaciones. Nuestra mente se abre al mundo cuando lo que observa
encaja con sus expectativas o le gusta lo que ve; sin embargo, se cierra cuando
los datos que recibe no encajan o simplemente no le gustan. Nuestra mente está
diseñada para no ver algunas cosas, mientras elige prestar atención a otras. De
este modo logramos negar parte de la realidad y comprobaremos que eso tiene
ciertas ventajas.
Creemos también erróneamente que lo más adaptativo es percibir la realidad
de la forma más fidedigna posible. Sin embargo, cierta distorsión puede
favorecer nuestra adaptación.
Debo reconocer que esta «habilidad» me resulta fascinante. Es
esencial para entender la naturaleza humana. Espero poder explicar con claridad
qué es esto de «negar la realidad» y las ventajas evolutivas que supone.
Aunque la teoría de la mente puede ser percibida como una ventaja
para el ser humano, también puede tener un efecto negativo, cuando se toma consciencia
de la propia mortalidad y de los riesgos que se puede correr en el día a día.
Del mismo modo que podemos anticipar que los demás tienen emociones y
pensamientos como nosotros, podríamos ser conscientes de que también moriremos
como mueren los demás. Sin duda, sentir esta realidad puede generar elevados
niveles de ansiedad y, como consecuencia, reducir considerablemente el número
de proyectos vitales que se ponen en marcha, especialmente si se observa el más
mínimo riesgo. Desde un punto de vista evolutivo y adaptativo, esa parálisis
puede perjudicar a la persona y a los que le rodean (descendientes, etc.).
Cuando afirmamos que es ser humano tiene consciencia de sí mismo,
lo que estamos diciendo es que no sólo podemos saber lo que puede sentir otra
persona en una situación concreta, si no que nos damos cuenta de que lo sabemos
porque nosotros podemos sentir eso mismo o hemos sentido eso mismo. Por lo
tanto, la consciencia humana nos acerca a los demás en muchos sentidos, pero
también a sus sufrimientos o, como decía, al conocimiento de que la vida es
finita y estamos rodeados de numerosos peligros que ponen riesgo a nuestra
existencia.
Para que la teoría de la mente y nuestra consciencia no sea un
problema, debe venir acompañada por un mecanismo que nos distancie
emocionalmente de algunas cosas malas que sabemos que existen y nos podrían
bloquear. Así, teoría de la mente se complementa con la capacidad de negar la
realidad. Sencillamente, algunas cosas que sabemos que existen las percibimos
como si no nos afectaran o fuera poco probable que lo hicieran. De alguna
forma, podemos distanciarnos mental y emocionalmente de ellas.
Varki y Brower publicaron un libro titulado Negación: autoengaño, creencias falsas y los orígenes de la mente humana. Ambos autores plantearon que la capacidad de negar la realidad es lo que permitió saltar la barrera evolutiva psicológica que suponía ser conscientes de nuestra muerte y, por lo tanto, el motivo por el que solo los seres humanos han sido capaces de desarrollar esa habilidad tan poderosa que es la teoría de la mente. Probablemente, los primeros individuos que entendieran la mortalidad no serían capaces de racionalizar ese miedo. Además, no habría otros individuos con los que consolarse hablando sobre la muerte. Estamos hablando de los primeros seres en darse cuenta de su propia mortalidad. Estos individuos vivirían con mucha ansiedad e incluso, tal vez, depresión e ideas suicidas.
Tali Sharot nos pone un ejemplo muy simple, pero muy claro, sobre la forma en que dos situaciones diferentes pueden influir nuestro estado de ánimo. Sin duda, cuando más optimista sea el futuro más proactivos y felices seres. Nuestra mente, entre dos escenas posibles, intenta ponernos delante la más optimista. La ilusión optimista nos aporta la sensación de que nuestro futuro será siempre mejor que nuestro pasado, e intenta que no pensemos en posibles escenarios negativos.
La capacidad de negar la realidad no sólo afecta a la muerte, si no que nos permite plantearnos escenarios favorables para favorecer el inicio de proyectos de los que nos vamos a beneficiar todos. No sólo no vemos algunas cosas, si no que podemos elegir el enfoque más positivo. Este es el motivo por el que existe relación entre la felicidad de las personas y el sesgo optimista. Cuando más relistas somos, menos felices.
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